"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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17-03-2017 |
Entrevista exclusiva a Claudio Katz, economista, investigador y escritor argentino
América Latina y la restauración conservadora neoliberal
Javier Larraín P
Claudio Katz
El pasado año las fuerzas progresistas de la región vieron con estupor la emergencia de líderes derechistas como Macri en la Argentina y Temer en Brasil. El fortalecimiento de un bloque de países neoliberales alrededor de la Alianza Pacífico abrió el debate respecto al devenir socialista americano.
El carácter del neoliberalismo imperante y el reemergente, los límites del llamado “ciclo progresista”, los desafíos que se avecinan para los izquierdistas del continente así como la reflexión en torno a experiencias revolucionarias del último siglo, fueron algunos de los temas tratados en un diálogo sostenido, en exclusiva por Correo del Alba , con el economista e intelectual marxista argentino Claudio Katz.
¿Qué es el neoliberalismo? ¿Una ideología, una forma económica, una teoría política?
El neoliberalismo es una práctica reaccionaria o pensamiento conservador, un modelo de acumulación basado en agresiones a los trabajadores en una marco de mayor internacionalización del capital. Desde los años 80 ha sido básicamente definido como una ofensiva del capital sobre el trabajo para recomponer la tasa de ganancia.
En mi opinión el neoliberalismo se reforzó con la caída de la Unión Soviética, la anexión de Alemania y el amoldamiento de la Unión Europea a la globalización. El año 2008 había una discusión sobre si el neoliberalismo se iba a mantener o iba a diluirse, la experiencia ha demostrado que se mantuvo, se reforzó, se profundizó, al punto que la desigualdad alcanzó niveles sin precedentes y, claramente, es el modelo que continúa operando hasta la actualidad.
Es un modelo económico muy diferente al keynesianismo de posguerra y, en el plano geopolítico, ha tenido momentos de bipolaridad, unipolaridad y multipolaridad, aunque me parece que las clases dominantes procesan este nuevo modelo en un marco compartido de negocios globalizados.
¿Qué caras adoptará el neoliberalismo de la “era Trump”?
La gran duda que tenemos todos es cuál es el tipo de neoliberalismo a seguir por Trump en su presidencia. Ahora, de todos modos creo que la globalización, en los términos ya
señalados, se mantendrá, al igual que la internacionalización productiva. Hay muchas dudas en cuanto al cómo Trump introducirá cambios en los tratados de libre comercio y en todo lo referente a la movilidad de la fuerza de trabajo y, en este nuevo escenario, me parece que con él marchamos a algún tipo de neoliberalismo económico en combinación con formas de nacionalismo reaccionario, lo que sería como otro periodo del neoliberalismo, pero eso está por verse.
¿Pudiéramos decir que el neoliberalismo tiene etapas definidas, una “historia”? En caso afirmativo, ¿cuáles serían –sobre todo en lo que respecta a nuestra América–?
Personalmente interpreto al neoliberalismo como un modelo integral en el plano económico político, como una ideología del capital que retoma el pensamiento de las formas neoclásicas del razonamiento económico y, por supuesto, en América Latina ha tenido una variedad de etapas. Creo que incluso anticipó, a fines de los años 70, las tendencias de los países desarrollados; fue lo que hizo Pinochet el primer experimento de neoliberalismo y, sí, me parece que tuvo dos etapas: una primera en los años 80, en lo que se llamó “reformas de primera generación”, que era un modelo de ajuste inflacionario de las comunes tasas de interés. La segunda etapa, en la década posterior, estuvo caracterizada por lo que se llamó el “Consenso de Washington”, ya como un modelo de apertura comercial, privatizaciones, flexibilidad laboral, etc.
Ahora estamos ingresando a un nuevo periodo porque hubo una crisis del neoliberalismo en la década pasada; este nuevo periodo es el de la “restauración conservadora”, que es en sí una nueva etapa del neoliberalismo.
Tras las últimas derrotas electorales –y el golpe parlamentario en Brasil– de las fuerzas progresistas en la región quisiera preguntarle: ¿Hay o no propuestas en la nueva derecha regional? ¿Cuál es la peligrosidad de esta contraofensiva?
Lo que estamos viviendo es, como te comenté, una “restauración conservadora”, ese es el dato dominante desde hace un año en toda América Latina. Para entender esa restauración hay que mirar bien los modelos de neoliberalismo continuado, aquellos países donde no hubo ninguna interrupción del neoliberalismo en ningún momento: México, Perú, Colombia y Chile, países donde las tasas de desempleo, precarización laboral y desigualdad se mantuvieron en forma constante; hay que ver el modelo de terror y represivo de Honduras, México y Colombia, la agresión a los movimientos populares, en efecto, al neoliberalismo continuado que nunca desapareció en América Latina.
Como muy bien señalas, esta contraofensiva se extiende a dos partes de América Latina: Argentina, donde se produce el primer caso de la restauración neoliberal y cuyo primer año de neoliberalismo obtiene resultados económicos espeluznantes en materia de recesión, inflación, desplome de consumo y caída de la inversión, pero que persiste en tanto es un proyecto que tiene objetivos y no es una mera improvisación, que se propone demoler las conquistas obreras y recomponer una estructura de agresión permanente a las conquistas populares; ciertamente hasta ahora ha demostrado que tiene muchas intenciones de ajuste y capacidades limitadas para llevarlos a cabo.
El segundo caso, con algunas similitudes al anterior, es el de Temer en Brasil, porque tuvimos un modelo de restauración medio conservadora con parlamentarios corruptos que votaron en favor del impeachment invocando a Dios, a los familiares y militares corruptos, pero que en definitiva es un gobierno extremadamente ilegítimo y, por lo tanto, con capacidades bastante limitadas para estabilizar un modelo neoliberal.
Estrictamente el proyecto de estos restauradores es el de la Alianza del Pacífico, apostaban a un tratado de libre comercio general para toda la región y el problema es que ese proyecto sintonizaba bien con Hillary Clinton y tiene muchos problemas con Trump.
En ese marco, ¿cómo sortearán tal imprevisto?
La “restauración conservadora” ahora enfrenta el imprevisto de un presidente Trump que toma distancias con los tratados del pacifico y, por lo tanto, puede generar una gran crisis; hay una gran vacilación en los grupos dominantes sobre la política a seguir, no saben si desmantelar el MERCOSUR o reorientar el libre comercio hacia nuevos socios de Europa o China.
Este momento de crisis está dado porque si Trump va un conflicto con China América Latina puede ser la victima comercial de ese conflicto, afianzándose la primarización económica regional; también se puede agudizar la crisis si Washington sube la tasa de interés, si construye el muro en México, etc. En síntesis, estamos en una “restauración conservadora” con una crisis en esa restauración por el ascenso de Trump.
Cuando Ud. nos recomienda analizar los “neoconservadurismos” en comparación con países como México o Chile, ¿debemos concordar en que esa derecha restauradora viene a aplicar o a terminar medidas neoliberales que quedaron inconclusas?
Sí, ellos vienes a concluir lo pendiente del modelo neoliberal que quedó interrumpido en la década pasada por lo que se denomina el “ciclo progresista”, por el cambio de las relaciones de fuerza entre las clases dominantes y las clases populares, por los límites que hubo a la intervención del imperialismo norteamericano, por la educación popular, por la existencia de proyectos radicales en Bolivia y en Venezuela, por la subsistencia de la Revolución Cubana, por todo eso que limitó la agresión neoliberal; ahora vuelven para atrás, se lanzan a una escala redoblada de agresión contra los trabajadores.
En la misma perspectiva, ¿hay alguna relación en el fortalecimiento o debilitamiento del neoliberalismo el que haya sido impuesto en dictadura (Chile, Argentina, etc.) o en democracia (Bolivia, Venezuela, etc.)?
Una característica del neoliberalismo es que en todos los países de Sudamérica fue instaurado como modelo en la época de la dictadura y convalidado por los regímenes constitucionales de los 80 y por los gobiernos constitucionales neoliberales de los 90, regímenes políticos de civiles que estuvieron al servicio de las mismas clases dominantes dictatoriales y adscritos al mismo modelo de inserción laboral y a la mundialización neoliberal; esto fue interrumpido por las grandes rebeliones de los años 2000, 2003, 2004, y 2005, y ahora la restauración conservadora viene a revertir ese proceso.
¿Cuán acertada o no le parece la categoría de “acumulación por desposesión”, pregonada por David Harvey?
David Harvey retoma una idea de Rosa Luxemburgo que tiene que ver con el proceso de depredación de recursos naturales, de fuerza de trabajo, que se produce en las dinámicas de la acumulación primitiva, y que se da en forma combinada con proceso de acumulación de capital, especialmente en las economías periféricas.
Harvey retoma esa idea y utiliza el término “desposesión” para señalar el carácter contemporáneo de esa depredación, extendiéndolo a las economías metropolitanas, desarrolladas, incluyendo la especulación financiera, los fraudes y las privatizaciones.
Es un concepto que ha suscitado muchas discusiones, hay teóricos marxistas que han cuestionado el excesivo énfasis en el rol extraeconómico en desmedro de la lógica del capital en esa categoría, señalando que Marx estudió la lógica objetiva de la acumulación y los procesos de hurto, robo o pillaje del capitalismo, a diferencia de los modelos de los esquemas tributarios o esclavistas, se basan en normas especiales competencia, ganancia, explotación y la “desposesión” es un ingrediente más. En mi opinión, creo que en los periodos de acumulación corriente o acumulación normal la “desposesión” ocupa un lugar secundario mientras que en los momentos genéricos, por ejemplo, de entre guerra, o en otros de crisis, la “desposesión” ocupa un papel más relevante; en las economías periféricas, en relación a las economías centrales, la “desposesión” claramente tiene un papel más significativo.
En lo referido al Estado quisiera preguntarle algo bastante básico: ¿cuáles son sus elementos esenciales?
En el plano teórico ha habido una interesante recuperación de ideas marxistas sobre el Estado en los últimos años, las que superan esa visión más tradicional, simplificada, ortodoxa e instrumentalista de que es sólo un órgano de opresión de una clase dominante sobre otra clase oprimida.
Pensadores más contemporáneos han logrado comprender toda la dimensión del Estado retomando la idea de Marx de un proyecto de liberación de la sociedad de la opresión estatal, o las ideas de Lenin, quien tenía una expectativa de avanzar muy rápidamente en la emancipación social y, por lo tanto, de una disolución de las formas estatales opresivas; la historia demostró que esas expectativas eran extremadamente optimistas.
Pero, en el plano teórico, reitero, ha habido aportes muy interesantes de Gramsci, por ejemplo, demostrando que el Estado es un instrumento de cohesión y consentimiento tendiente a estabilizar la hegemonía de las clases dominantes. También están las ideas de Althusser acerca del Estado como articulación de las distintas distancias de dominación estatal. Asimismo, podemos leer los debates entre Poulantzas y Balibar del Estado como condensación de las relaciones sociales o el Estado como modelo asociativo de burocracias y grupos capitalistas.
En síntesis, el pensamiento marxista del Estado tiene mucho para aportar, especialmente en contraposición con ideas muy básicas y primitivas liberales, neoliberales, neoclásicas, frente a la idea del Estado mínimo, de las tesis heterodoxas del Estado como una institución neutral e indispensable y eterna. La revisión de la teoría del Estado, su ampliación y enriquecimiento, permite al mismo tiempo a los marxistas comenzar a pensar proyectos y estrategias socialistas que, una vez integrada esta complejidad, nos aproximan a las formas del Estado contemporáneo.
En la última década, en el campo de discusiones al interior de la izquierda, muchos han insistido en separar “lo social” de “lo político”. ¿Qué opinión le merece esa discusión?
La fuerte división entre lo social y lo político empezó con fuerza hace una o dos décadas posiblemente, en corrientes que en la Argentina denominamos “autonomistas” y que tenían una gran dificultad para captar la relación entre “lo social” y “lo político”, comprender una idea tradicional del marxismo de que la lucha social es la forma más inmediata en la cual los trabajadores y los oprimidos ganan las calles por sus reivindicaciones pero que la transformación de esa lucha económica básica en un proyecto político requiere conciencia, organización y acción política.
Había una gran ilusión y expectativas, una idealización de movimientos sociales y de su capacidad para actuar sin necesidad de una construcción política y organizaciones políticas, sin embargo, me parece que lo que ocurrió en la última década, la experiencia del denominado “ciclo progresista” y de los procesos políticos de centro izquierda en Argentina, Ecuador y Brasil, y los procesos político radicales en Venezuela y Bolivia, demostraron que esas ilusiones y expectativas, esa simplificación del análisis políticos, eran inconsistentes, que los trabajadores para emanciparse necesitan acción política y algo más importante: bregar por la conquista del poder político porque uno de los productos de esa teoría duramente centrada en los movimientos sociales, la idea de “cambiar el mundo sin toma de poder”, no puede prescindir de la transformación política regularizada en el ámbito del Estado.
Muchos de esos debates se han transformado en debates abstractos y han quedado atrás, hoy es muy evidente que la lucha social requiere una proyección en el plano político y esto implica construir organizaciones de tipo socialista para apuntalar un proyecto socialista.
¿Cuán insalvable es el aparente divorcio existente entre los “partidos políticos” y los “movimientos sociales” como instrumentos políticos? ¿Los segundos reemplazarán a los primeros o, finalmente, terminarán siendo como aquellos?
Eso es la continuación del tema anterior. Me resulta que es completamente abstracta y esquemática esa división de movimiento social, organización política. Hay un eslabón entre ambos que es la proyección de la lucha social al plano político y, en la última década, la lucha de la izquierda está manifiestamente centrada en el plano político, en los desafíos que tuvieron y tienen los gobiernos radicales para avanzar en un proyecto socialista o la incapacidad para desenvolver este proyecto y la frustración que ya se ha visto y ha caracterizado a los gobiernos de centro izquierda.
¿Cree que el acceso al aparato estatal de los movimientos progresistas latinoamericanos (Venezuela, Ecuador y Bolivia en particular) fue prematuro y pudiéramos estar pagando el costo de ello? (En el sentido de no contar con una fuerza social lo suficientemente constituida y organizada).
No creo que se pueda razonar en términos de “lo prematuro” porque no me dice las condiciones en las cuales se actúa; lo que existe son oportunidades para la conformación social, y cuando se dan los que acceden al gobierno –con un claro sello de izquierda– tienen el desafío de radicalizar esos procesos o frenarlos y conducirlos a una frustración de la transformación popular.
En el caso de Venezuela, lo evidente y concreto es que hay un gobierno que accedió al manejo de la entidad pública hace más de una década y media y que resiste conspiraciones golpistas, desestabilizaciones continuas, deterioro económico, presión internacional, acoso financiero, etc. Y, entonces, hay una disyuntiva, el gobierno ha podido resistir pero no ha sabido transformar esa resistencia en un modelo económico anticapitalista y por lo tanto superador del legado rentista de la economía venezolana; ha sido un periodo de grandes mejoras populares pero que no han transformado la estructura improductiva y el país continua viviendo una disputa por el control de la renta petrolera que genera tensiones cambiaras y presiones permanentes en los capitalistas para desestabilizar. La economía sigue siendo el factor clave de esta revolución.
La buena noticia es que el año pasado la clase dominante venezolana falló una y otra vez en todos los intentos desesperados que hizo para derrocar al gobierno; su última aventura fue un golpe improvisado que fracasó ya que hubo contramarchas populares importantes y el pueblo, a pesar de las penurias, no se sumó a las provocaciones de la derecha por la cuestión de Maduro, claro, éste no tuvo la actitud de Dilma Rousseff o la de Lugo de entregarse y ablandarse, se mantuvo firme, pero sigue abierto el dilema: perdió una oportunidad para profundizar el proceso y nacionalizar los bancos, controlar y nacionalizar el comercio exterior, poner fin a la especulación de los capitalistas en el manejo de los precios; eso requiere confrontar no sólo a la derecha sino también al ala burguesa que opera dentro del chavismo, ese es el gran desafío que tiene abierto el proceso bolivariano.
Lo cardinal es que Venezuela y Bolivia, a diferencia de Brasil y Argentina, son dos procesos abiertos que continúan, donde todo está por escribirse.
Intelectuales como Françoise Houtart o Frei Betto han destacado que en parte los límites del “ciclo progresista” están dados porque sus gobiernos han sido antineoliberales pero no anticapitalistas, ¿qué opinión tiene Ud. al respecto?
Efectivamente son gobiernos que han chocado con las clases dominantes, con el imperialismo, han recurrido a la movilización popular –lo que los distingue fuertemente de gobiernos como Dilma Rousseff o Cristina Kirchner– pero que han encontrado su límite en la decisión de medidas anticapitalistas; el aspecto positivo es que a pesar de no dar pasos anticapitalistas han reivindicado un proyecto socialista en el terreno por lo menos conceptual y eso atrajo gentes con proyectos anticapitalistas.
¿Cree que puede haber una revolución –en el sentido más profundo de la palabra– por la vía electoral?
El asunto es el contenido de la palabra revolución porque la revolución es un tema predominante en toda la historia del siglo XX de América Latina; después vino el neoliberalismo, las dictaduras y se transformó en una palabra proscrita. Con el proceso bolivariano se rehabilitó el concepto revolución y está ahí el caso de la Revolución
Cubana que mantiene el concepto revolución.
Mientras vivamos en un régimen capitalista, con el tipo de explotación que caracteriza al capitalismo, los términos de una transformación radical denominada revolución siempre estarán presentes para los marxistas: revolución es el ingreso masivo de los explotados a la acción directa en tanto proceso que transforma el sistema capitalista. El problema es que las características específicas que tiene un proceso revolucionario presentan significativas diferencias con lo que fueron los procesos tradicionales del siglo XX; en general había una idea de simultaneidad en los procesos de transformación socialista entre la formación de un gobierno de los trabajadores, la captura del poder del Estado y la transformación de la sociedad, tres momentos de un proceso simultaneo o con reducidas diferencias temporales, pero, lo que la experiencia Venezuela u otra comienza a indicarnos es que esta combinación de tres procesos tiene temporalidades diferenciadas, es decir, llegar al gobierno, disputar el Estado y transformar la sociedad son tres flancos de un mismo proceso que tienen momentos de desenvolvimiento diferenciales, el problema entonces es si se avanza o no se avanza del gobierno de los trabajadores a la transformación de la sociedad y la anulación de sus cimientos capitalistas a la modificación y extinción de las formas estatales, eso es lo que está abierto y hay muchas experiencias para reflexionar; es como el gran tema abierto de nuestra década y de nuestra época.
Este año se cumple medio siglo del asesinato del Che Guevara en Bolivia, ¿qué opinión tiene de su pensamiento económico? ¿Es pertinente el rescate de esa parte de su legado –al que su compatriota Kohan decididamente ha llamado “la manzana prohibida del comunismo”–?
Si uno habla del Che, restando la frivolidad de la comercialización de un líder socialista y después una especie de absorción publicitaria, rescatando por lo tanto ese militante revolucionario y sobre todo su condición de luchador revolucionario que planteó ideas de radicalización socialista en cada uno de los planos que le tocó operar, puede dar cuenta que concebía claramente que un proceso que no avanza involuciona y, además, que un proceso si no se transforma en socialista no sólo se mantiene como capitalista sino como los peores.
Sus aportes son numerosos en muchos planos, por ejemplo, en el del internacionalismo socialista por comprender que la revolución será socialista o será una caricatura de revolución, y tendrá una escala global.
Che es el hombre de los valores morales, del pensamiento revolucionario que formuló la teoría de formar una ética del hombre nuevo: con solidaridad y hermandad como principios desde el inicio de la revolución, sin esperar a la aparición de condición de bienestar material.
En este contexto, su teoría hay que entenderla en esta visión general del Che, junto al luchador y administrador fue guerrillero, economista y tuvo una experiencia en el Ministerio de Industrias de Cuba. Reflexionaba sobre los mecanismos de participación y democratización y objetaba las relaciones mercantiles entre empresas –en esa época estaba en boga el modelo yugoslavo– sin adscribirse tampoco a la planificación compulsiva del modelo puramente ruso. Sin duda son importantes sus aportes referidos al modelo de cómo gestar una transición anticapitalista exitosa en el plano económico combinando democracia socialista con participación colectiva, enfrentando mecanismos agotados de mercado, cuestión con que se lucha en cada coyuntura y cada país. La del Che es una de las experiencias a tomar en cuenta para el quehacer del pensamiento económico socialista.
¿Qué opinión le merece y cuál es el aprendizaje que pudiéramos extraer del experimento histórico de la Unidad Popular en el Chile de Salvador Allende?
Ese tema es interesante e importante porque los dilemas que atravesó la Unidad Popular son muy semejantes a los que afronta, por ejemplo, Venezuela. Vemos dos procesos que accedieron por las urnas al gobierno con un proyecto declaradamente socialista pero que tienen condiciones distintas porque no estamos en la época de los golpes militares clásicos de los setenta sino más bien en una época de regímenes constitucionales y golpes blandos constitucionales tipo Honduras o Brasil.
Pero hay dos temas importantes en la comparación o en la reflexión en torno a Salvador Allende: la primera es la lucha contra las conspiraciones de la derecha, tanto Venezuela y, en menor medida, Bolivia afrontan el mismo tipo de complots derechistas que sufrió Allende, aunque el boicot económico ahora está más perfeccionado, tiene más instrumentos que en los setenta, pero está también el uso de los medios de comunicación como mecanismo reaccionario para crear una masa crítica, entre la clase media, a favor de golpes derechistas; en definitiva, este primer problema corresponde a la derecha y aquí hay que superar otro grave error de Allende, pues fue él quien designó a Pinochet comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Chávez no cometió ese error y tanto él como Maduro han sabido depurar las fuerzas armadas y evitar ese tipo de dominio derechista.
El segundo problema de Allende fueron las vacilaciones en la movilización popular contra el golpismo, aunque en general hay como dos visiones al respecto: una que piensa que a la Unidad Popular le fue mal porque aceleró mucho el proceso, su radicalización fue vertiginosa y se chocó con la democracia cristiana, o sea que no concilió con la burguesía y por lo tanto hay que ir más despacio; la otra señala que el problema es no haber aprovechado los momentos de vacilación del campo derechista para avanzar en medidas anticapitalistas y que Allende vaciló, no accionó, resultó preso en gran medida de sus ingenuidades constitucionalistas. De todas maneras la experiencia heroica y de sacrificio de Salvador Allende tiene que servir para superar esas limitaciones.
¿Cree que las nuevas generaciones de izquierda deben leer a Lenin? ¿Es extemporáneo o demasiado foráneo? ¿Cuál sería el valor de la obra del líder ruso para un joven latinoamericano hoy?
Es un tema muy importante ya que, como decís vos, este año va ser el centenario de la Revolución Bolchevique y va a haber muchos homenajes y debates.
Con relación a Lenin creo que hay que separar el plano teórico del plano político. En el plano teórico encontramos sus ideas claves, por ejemplo, el concepto de “desarrollo desigual” que nos permite comprender la dinámica del desenvolvimiento capitalista en contraposición a la metodología puramente evolucionista o el gradualismo que imperaba en la época de Kautsky y Bernstein; Lenin introdujo la idea del eslabón más débil para dimensionar cómo la crisis del capitalismo se comporta en ciertas coyunturas, en ciertos países y en ciertos momentos y la habilidad política de los revolucionarios es captarla.
Lenin es el primer pensador marxista que comprendió que el capitalismo está sujeto a estas etapas distintas, pues Marx veía el precapitalismo y el postcapitalismo en cambio el ruso introdujo la idea de que hay un periodo de librecomercio, una etapa de imperialismo, etc., de hecho en la actualidad podemos hablar del neoliberalismo.
Pero Lenin fue especialmente un político revolucionario que asignó e introdujo la dimensión política del pensamiento socialista en todas sus dimensiones y actuó con una gran flexibilidad, fue el autor de las estrategias políticas más perdurables del pensamiento marxista, con la idea de comprender la variedad de oportunidades de un contexto revolucionario y apostar al más adecuado.
Respecto a América Latina me centraría en una de sus ideas que dice relación con la distinción que estableció entre el nacionalismo revolucionario y el nacionalismo conservador. Lenin fue el que captó por primera vez, a principio del siglo XX, que las formas nacionalistas tienen contenidos y muy diferenciados y una cosa es el nacionalismo chauvinista fachistoide de Trump o de Le Pen, y otro muy distinto es el del nacionalismo radical revolucionario en la tradición de Torrijos o Chávez; distinguir esos nacionalismos y buscar convergencia al socialismo con esos nacionalismos es probablemente uno de los grandes aciertos de pensamiento leninista.
¿Qué piensa de la formación política para estos tiempos? ¿Qué formas debiera adoptar? ¿A qué autores se debiera recurrir y bajo qué metodologías?
Ahí nos metemos en un tema un poco complicado pues no me considero demasiado autorizado para sugerir guiones de cursos de formación. Hay muchos y muy interesantes cursos de formación de militantes en América Latina en estos momentos, estoy pensando en el Alba, en la Escuela Nacional Florestan Fernandes del MST, donde la formación es rigurosa pero no dogmática y ese es el gran aporte de la época actual en comparación a otros periodos y décadas pasadas.
Más que de autores querría plantear un tema que sí me parece importante incorporar a la formación y a la reflexión del marxismo latinoamericano actual, tema que estoy trabajando en la actualidad y que trata de la actualización de la teoría marxista de la dependencia, cuestión que me parece central para nuestra historia por el aporte que brindó y porque evidencia lo que el marxismo latinoamericano puede ofrecer al marxismo, además de las herramientas que ofrece para comprender problemas contemporáneos. A 40 años de su nacimiento, hay que revisar y trabajar esta teoría, primero en el plano de la herencia marxista de la teoría que aprendemos de Marx, de los clásicos como Lenin, Luxemburgo o Trotsky, de los teóricos de posguerra como Mandel, Samir Amin. El segundo aspecto clave es qué tipo de teoría marxista de la dependencia debemos reelaborar, retomar esa que emerge al calor de la revolución cubana, postulando una síntesis entre socialismo y antiimperialismo, la que se constituye alrededor de nombres como el de Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra y Theotonio dos Santos. Igualmente debemos estudiarla en sus polémicas con la vertiente de Fernando Henrique Cardoso, en cómo absorbió ideas críticas como las planteadas por Agustín Cuevas, cómo encontró síntesis enriquecedoras con la teoría de sistema mundial de Wallerstein, qué puntos de contacto y de distanciamiento tuvo con la teoría de metrópoli-satélite de André Gunder Frank y que polémica llevó a cabo con lo que fueron los temas teóricos del antidependentismo.
Es muy importante retomar la teoría marxista de la dependencia y con ella estudiar las características del capitalismo neoliberal actual, las formas que tiene la reorganización imperialista, y con ese instrumental replantear los problemas de América Latina y del socialismo de nuestra etapa.
¿Qué lugar le otorga al tema de la despatriarcalización, el ecosocialismo y el humanismo?
Son temas que han querido incorporar en la agenda del marxismo contemporáneo y el socialismo actual y que han estado muy presentes en los distintos foros en los cuales se debaten ideas y proyectos alternativos. Se han vuelto muy importantes por la aparición de movimientos que han hecho valer la lucha social y la lucha de esas problemáticas, estoy pensando en el movimiento de la mujer, de los indígenas, en la lucha orientalista, etc., están en las calles y han penetrado sus ideas en las universidades y en el pensamiento.
Por último, hace día asumió Donald Trump y quisiera preguntarle acerca de los virtuales escenarios de un enfrentamiento abierto con Rusia.
Trump es el gran tema de hoy y te diría que será el de los próximos meses, vamos a estar hablando todo el tiempo de él, en el plano económico e internacional que señalas. Claramente intenta disputarse con China, procura hacer un rebalanceo, reducir el déficit comercial y el endeudamiento de Estados Unidos respecto al gigante asiático, quiere presionarles para que abran sus mercados al tiempo que prepara una discusión fuerte con éstos, por eso Pekín está reaccionando.
Sin embargo, no es un tema de reorganización mundial sino de una negociación de la globalización en otros términos lo que intenta lograr Trump, donde el peso de cada Estado en una negociación pase a ser más relevante. El presidente estadounidense busca utilizar a Rusia, concertar un acuerdo con Putin para aislar a China, cosa difícil porque la Rusia actual no es la de Yeltsin ni la que sucedió a la caída de la Unión Soviética, como se demostró en Siria y Georgia. Putin juega fuerte y China también ha creado una red de socios comerciales diversificados, ya ha dicho que va a disputar con Estados Unidos, reforzando el mensaje y las ideas políticas del libre comercio, asunto importante porque nos da una primera idea de cómo va ser esa pelea.
China ha enviado un mensaje globalizador y de promoción del libre comercio, lo que resulta interesante porque nos llama a tener cuidado con las idealizaciones que algunos hacen de Rusia o de China en esta confrontación.
Pero, a mi entender, lo central está en otro plano, en la gran ofensiva que prepara Trump contra la clase trabajadora, contra los latinos, contra los afroamericanos, contra las mujeres. Trump encarna un proyecto de supremacía blanca, racista, de ultra millonarios. Hay que tener cuidado con las miradas contemplativas que tienen algunos sobre su persona ya que es un reaccionario; lo positivo de todo es que en Estados Unidos están poniéndose en pie movimientos de resistencia importantes, en definitiva, puedo concluir la entrevista diciendo que se aproximan tiempos interesantes en Estados Unidos para ser vistos desde América Latina.
Javier Larraín P. Editor general. Correo del Alba.
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